Los primeros poemas de Fahmida Riaz traducidos del urdu al español
El interés que despierta la figura de Riaz es comprensible: como vimos en la entrada anterior del blog, su biografía es la de una mujer comprometida, que rompe moldes: directora de una revista progresista, después exiliada política durante la dictadura, icono del feminismo en su país. Pero esto no es nada si lo comparamos con su obra poética, en la que rompe los moldes tradicionales –tanto métricos como temáticos– de la poesía en urdu.
Los poemas que vienen a continuación forman parte de
la recopilación editada por Oxford University Press, titulada Cuatro paredes y un velo negro. En ellos
podréis apreciar la reivindicación
del cuerpo y el universo femenino, a través de un lenguaje radicalmente
moderno. Tenemos la suerte de contar con una traductora excelente, Rocío
Moriones Alonso, que ha traducido estos poemas directamente desde su lengua
original. La antología de su obra completa aparecerá publicada en Amargord a finales de 2015.
Lengua de piedra
En esta misma montaña solitaria me
encontraste.
En esta cumbre me uní a ti.
Ésta es la roca de mi fidelidad,
desértica, yerma, doliente,
desolada,
pero hace siglos que estoy aquí sujeta
a ella.
Con tu aliento entrelazado a mi
dupatta hecha jirones
y mi camisa ondeando en las furiosas
ráfagas de viento
me mantengo a duras penas
abrazándome a esta roca,
puntiagudo peñasco
que ahora tengo ya clavado tan
hondo en el pecho
que mi sangre hirviente ha teñido
todo mi entorno.
Pero hace siglos que estoy aquí
abrazada a ella,
y a través de un pájaro que vuela
en lo alto
te envío un mensaje.
Ven y verás
cómo te llenará de alborozo
descubrir
que todos los guijarros se convirtieron
en rutilantes rubíes
y de la piedra está brotando una
rosa.
La suave fragancia de mi jazmín
La suave fragancia de mi jazmín
flamea en la brisa,
juguetea en los brazos del aire,
va en busca de tu cuerpo.
La suave fragancia de mi jazmín
me ha encadenado
enroscándose en mis muñecas,
abrazándose a mi garganta.
Agazapada en la neblina de la
noche,
está impregnando la oscura
frialdad.
Susurrando entre el follaje,
va en busca de tu cuerpo.
¡Oh, Dios y Señor del Universo!
Se hundió en el silencio la
llamada a la oración de la tarde.
¡Qué quietud, Dios y Señor del
Universo!
¡Loado sea Dios, Señor de los
Mundos!
Todas las alabanzas sean para
Dios, grande y excelso.
El cielo, límpido y prístino tras
la lluvia,
se extiende, rotundamente azul,
hasta donde la vista alcanza.
Y la suave tierra está cubierta de
un verdor aterciopelado.
¡Loado sea Dios, Señor de los
Mundos!
Todas las alabanzas sean para
Dios, grande y excelso.
¿Qué idea aguijonea mi corazón?
¿Qué pensamiento ha inundado mis
ojos de lágrimas?
¿Por qué ha invadido este
silencio mi pecho?
¿Por qué esta zozobra en mi
adoración?
¿Por qué las plegarias al llegar
a mis labios pierden el sentido?
Una terrible desolación parece
habitar en mi interior.
Que venga alguien, que venga
alguien y llame a la puerta.
¿Cómo podré abrir la puerta
cerrada de mi corazón?
A una muchacha
Este viejo edificio
de tradiciones despiadadas,
avergonzado de sí mismo,
se desmorona por su propio peso.
Cada una de sus partículas
no es más que material de
desecho.
Los muros se han vencido,
las vigas se han desplomado.
En esta cárcel miserable
de tradiciones despiadadas,
¡una voz embriagada!
¡Una danza desenfrenada!
Este viejo edificio también puede
derrumbarse.
Esta princesa cautiva también
puede liberarse.
¡Esta princesa cautiva…!
Hija de la ira y del miedo.
educada con fantasías,
compañera de cama de la
prudencia,
madre de la frustración y la
desesperación.
Cuando logre liberarse
tomará aliento sin miedo.
Sumida en la danza desenfrenada
alcanzará finalmente su yo.
Tú eres esa mujer viva
cuyo cuerpo es una llama,
cuya alma es de hierro puro,
que tiene el poder de la palabra,
cuyos brazos son fuertes,
cuyos dedos son capaces de crear
arte,
sin miedo a la condena,
mujer conocedora
de los grandes placeres del amor,
mujer conocedora de la unión
íntima,
madre de la realeza.
la amada del hombre.
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