Un poema sobre Ghalib, de Ranjit Hoskote: 'Ghalib en el invierno de la Gran Revuelta'.
Como ya pudisteis intuir en el post anterior, 1857 fue un año clave en la
historia de la India contemporánea, pues supuso la toma de control definitiva
por parte de los británicos.
En
Delhi, la masacre fue muy sangrienta, y supuso el principio del fin de la
refinada cultura indo-musulmana de la ciudad, que quedó definitivamente
extirpada con la Partición.
Podéis leer maravillosas novelas que abordan el
tema, como Twiglight in Delhi, deAhmed Ali. O Nayier Masud, el gran novelista de Lucknow, cuya novela Aroma de alcanfor ha sido traducida por
Rocío Morriones, nuestra traductora de urdu. O podéis leer el diario –Dastambu– y las cartas que el propio
Ghalib escribió, aunque no están traducidos al español En ellos describe con
desapego y amargura el colapso de la civilización en la que vivía.
O, como último recurso, podéis leer el genial poema que Ranjit Hoskote
dedica este momento: Ghalib en el
invierno de la Gran Revuelta. Poniéndose en la piel del poeta urdu, Hoskote
nos hace llegar, de la mano de metáforas complejas y transparentes al mismo
tiempo, el aroma de la represión de las tropas británicas y el miedo silencios que
recorre la piel de los –a partir de entonces, y por 90 años– súbditos indios.
Ghalib en el invierno de la Gran Revuelta
Delhi, 1857
Los nietos asesinados del emperador yacen
colgados
en la Puerta de la Paz como campanas
silenciosas
y los rifles taladran el aire sentenciado.
Mi vecino, el flautista, se cortó las venas
anoche,
quemando su libro de oraciones antes de
morir,
fiel a un Dios de tonos sutiles
malgastados en gente sorda.
Ghalib le escribe a un amigo:
A nuestro alrededor, las furias montan sus
caballos en llamas.
Es como si Timur hubiera traspasado de nuevo
los muros
de Delhi, sus soldados de bloques manchados,
apilando
pirámides de calaveras en las calles,
un ábaco de huérfanos para computar
los beneficios de la traición, los castigos
de la derrota.
El cañón, único trueno, escribe Ghalib, y
sin lluvia alguna.
Los artilleros que agitan la bandera de San
Jorge
han expulsado a los nobles de sus mansiones
carbonizadas,
encadenado a los campesinos al arisco río.
El artesano del cobre llena el cielo vacío
con la privacidad de su pena/dolor,
mientras toquetea una rama muerta.
El amigo, con un espía mirando por encima
del hombro, le responde:
¿Cuándo te convertiste en un poeta de
adjetivos
posado en los tejados de una casa en ruinas?
Ghalib, el búho debe esconderse por el
momento en el tamarindo,
pero el genio del caos se marchará pronto de
permiso.
Dices que tu tintero está vacío, pero tu
pluma seca
aún se aferra a las fibras del corazón.
Un boticario puede drogarse con lírica,
responde Ghalib, y un tigre puede
desaparecer
en la selva de los sueños de su cazador.
Pero la pluma seca es un reproche y este
crudo invierno
podría ser la tumba viviente de mi canción.
Envía papel, amigo, estoy escribiendo
en las últimas páginas de mi diario.
Traducción: Nuño Aguirre
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