¿Quién era Mirza Ghalib?

Saludos a todos y todas, lectores y futuros lectores de este blog. A partir de ahora sustituyo a Nuño Aguirre a la hora de gestionarlo y crearé la mayor parte del contenido del mismo. Vengo de aquí y de aquí, pero sobre todo vengo de seis años en el subcontinente asiático, de muchas horas de lectura de literatura de la India, y de dos años estudiándola a fondo en la universidad de Calcuta. A partir de ahora publicaré centrándome en la poesía india moderna, aunque no descarto escribir sobre poesía más antigua, sobre prosa, teatro, música y teoría literaria clásica india y lenguas de la India. La India es el país del masala, y un blog sobre ella no puede limitarse a un sólo sabor.

En una entrada anterior hemos hablado de los años revueltos que sufrió la India antes de que los británicos se hicieran de manera oficial con el poder político del país, y en ella se mencionó a Mirza Ghalib, un poeta indio que escribía en urdu. Pero, ¿quién era Ghalib? ¿Por qué nos importa su poesía? En esta entrada intentaré responder a la primera pregunta de estas preguntas. La segunda necesita una entrada propia

Portada del único poemario de Ghalib que éste seleccionó personalmente para su publicación, el Diwan-e-Ghalib.



Descendiente de militares de alto rango de etnia turca como indica su título "Mirza", Ghalib nació en Agra, la ciudad del Taj Mahal, en 1797, y creció con la familia de su tío materno tras la temprana muerte de su padre. Fue el primero de su familia en no continuar con la tradición militar, ya que su vocación era claramente la poesía. Nos dice Hali, su amigo y primer biógrafo, que ya a los once años componía versos en persa, por aquel entonces lengua de la cultura en la India y en todo el mundo musulmán. Pero también nos dice que incluso a los nueve años componía en urdu, su lengua materna, una joven lengua, nativa de la población musulmana del norte de la India, que adopta un vocabulario persianizado sobre una gramática propia del dialecto de Hindustani hablado en Nueva Delhi.

Para entender bien quién era Ghalib y por qué nos importa, hace falta conocer el contexto de la sociedad y cultura india en su época. En el país el Imperio Mogol está en decadencia tras los problemas con los marathas, invasiones constantes de los afganos, divisiones internas entre facciones de nobles, una serie de gobernantes ineficaces tras la muerte de Aurangzeb, y la separación de tres reinos musulmanes independientes en Hyderabad, Lucknow y Bengala. El imperio se reduce ya a Delhi, la antigua capital, y sus alrededores. Los británicos, a través de la East India Company, tras haberse hecho con el control de Bengala, Lucknow y tras derrotar a los marathas, convierten al país en una colonia más del Imperio Británico. En vida de Ghalib, en 1857, los británicos ganan la primera guerra de la independencia de India (como es conocida en la India la revuelta de los cipayos), y la corte mogol, último bastión del Imperio, por fin desaparece cuando los británicos se hacen con el Fuerte Rojo.

Es decir, que Ghalib fue testigo de cómo la forma de ver y entender la vida, la forma de ser de la sociedad india, se resquebrajó y cambió radicalmente. No sólo fue testigo, sino que dejó testimonio en sus poemas, en sus cartas y obras en prosa de todo el proceso, tanto de forma consciente como inconsciente. En los últimos años de su vida, Ghalib se había convertido en un hombre obsoleto en la nueva sociedad. Una anécdota que lo ejemplifica es la siguiente: cuando estaba claro que los ingleses iban a ser la fuerza dominante en el norte de la India y que la corte mogol de Delhi respiraba su último aliento, Ghalib no tuvo reparos en buscar un nuevo mecenazgo que lo mantuviese económicamente - como era costumbre en la época medieval y renacentista europea y también en la musulmana. Escribió una oda en persa - la única lengua que Ghalib consideraba digna para la poesía - alabando a la reina Victoria. Escribió a Lord Canning, gobernador general de la India, una carta con instrucciones para que se enviase su oda y petición de manutención a Londres.  Al parecer recibió una respuesta alentadora, y cuando el caos se desató en la capital, Ghalib, que decidió quedarse en Delhi, pasó meses encerrado en su casa escribiendo un relato de los sucesos en persa, el Dastambu, que pensaba presentar a los británicos como regalo. Sin embargo, cuando todo terminó y Ghalib fue interrogado por el Coronel Burn, él le recordó al representante del gobierno inglés su petición de mecenazgo. Enseguida fue echado de allí, lo más cortésmente posible, eso sí. 

La cuestión de su manutención era un grave problema para Ghalib, que estuvo endeudado la mayor parte de su vida.  A pesar de ello, se negaba tanto a llevar un estilo de vida más frugal como a renunciar a los privilegios que entendía que merecía como miembro de la aristocracia. Estas dos cosas a veces entraban en conflicto. Hali nos cuenta cómo Ghalib una vez fue a una entrevista de trabajo. Los ingleses buscaban un profesor de persa para la universidad de Delhi. Ghalib fue considerado y llamado a una entrevista de inmediato. Cuando llegó, en su palanquín, el Secretario del gobierno, Mr Thomason fue informado y ordenó que Ghalib fuese traído a su presencia. Ghalib hizo caso omiso de la orden y se quedó esperando en la calle a que el Secretario viniese a darle la bienvenida como era costumbre en ocasiones formales dada su estatura social. Mr Thomason se enteró y tuvo que salir a explicarle al poeta que eso de las bienvenidas era pertinente en invitaciones formales, pero que no en el caso que les concernía ahora, en el que Ghalib venía como candidato a un puesto de trabajo. Ghalib explicó: "He considerado esta cita con la esperanza de que trabajar para el gobierno me aportase mayores honores de los que ya recibo, no una reducción de los mismos." Mr Thomason le explicó que las normas eran las normas y se aplicaban a todos por igual. "Entonces, le ruego que me disculpe", dijo Ghalib, y se marchó.

Además de apasionado de la poesía y de sí mismo, Ghalib era un gran aficionado al juego, el vino, y no poco de las mujeres, sobre todo en su juventud. Su amor por las apuestas le llevó a pasar en la cárcel varios meses, durante los cuales descubrió que tenía pocos verdaderos amigos. El vino francés que le gustaba tomar costaba una fortuna que no tenía. Su amor por las mujeres le causó, como a cualquier enamorado, dolores y alegrías, especialmente el de cierta cortesana de la que habla en algunas de sus cartas. En una en la que intenta consolar a un amigo cuya amante ha muerto, Ghalib recuerda su propio dolor:
"En los días de mi juventud, cuando mi forma de obrar era más oscura que negro era mi pelo, cuando mi cabeza soportaba el tumulto del amor de mujeres hermosas, el Destino sirvió en mi copa también el veneno de este dolor. Mientras el féretro de mi amada era llevado a lo largo del calle, el polvo se levantaba del camino de esa fortaleza que era mi esencia. A plena luz del día me sentaba vistiendo un hábito negro de penitencia, en duelo por mi amante, y en las noches negras, en la soledad de la pena, yo era la polilla que volaba hacía la llama de su apagada vela...  
Y aunque la pena desgarre el alma y el dolor de la separación eterna nos aplaste el corazón, la verdad es que a los hombres de verdad la verdad no causa ningún dolor; y que entre este desgarre del alma y este aplastamiento del corazón debemos esforzarnos por reflexionar: ¿Dónde está el bálsamo que puede eliminar este desasosiego? ...Un hombre debe, aún entre el dolor que derrite el alma, intentar aprender la lección de la fortaleza... El ruiseñor, símbolo del amor, canta su melodía por cada rosa que florece, y la polilla, cuya gran pasión es señalada por todos, da sus alas a la llama de cada vela que hace radiante su rostro. Es un hecho que hay muchas las velas brillantes en el mundo, que las rosas florecen en los jardines en abundancia. ¿Por qué debe la polilla afligirse cuando una vela se apaga? ¿Por qué cuando una rosa se desvanece y cae debe lamentarse el ruiseñor? Un hombre debe dejar que el colorido y aromático mundo gane su corazón, y no debe atarse a las cadenas de un solo amor. Es mejor que en la compañía del deseo busque y saque de su interior nuevas armonías de felicidad, y que rodee en sus brazos alguna encantadora belleza que pueda devolver su corazón perdido a su lugar y hasta volver a robarlo de nuevo algún día."

Como vemos, Ghalib no intenta esconder que amó a alguna cortesana fuera de su matrimonio (el cual fue concertado a una temprana edad como era y es costumbre en la India). Que los aristócratas tuvieran amantes no era algo extraño, pero eso no significaba que estuviera bien visto en la sociedad de la época. Ghalib tampoco hacía por disimular su rechazo a cumplir con los mandamientos de su religión: nunca hizo los cinco rezos diarios, ni ayunó en Ramadán, ni tuvo ninguna intención de hacer peregrinaje a la Meca y, por supuesto, incumplía fervientemente la prohibición de beber alcohol. Su peculiar personalidad, de la que espero que ya haya quedado constancia en lo que he escrito hasta ahora, no puede sino reflejarse en su obra poética, que es lo que nos concierne aquí. Y es que Ghalib, a través de su particular visión del mundo, de su franqueza, y de su profunda consciencia de sí mismo, renovó el ghazal, un tipo de poema estrófico de tradición musulmán, del que hablaremos en profundidad en una próxima entrada.

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